Incienso viene del vocablo latín “incendere”, que significa “encender”. Llamado por lo hebreos “lebonah”, los griegos “libanos”, los árabes “luban”y los romanos “libanum”, suyo significado es uno…“leche”, esto por provenir principalmente de la resina de un árbol llamado Boswellia o Incienso Indio, una especie de arbusto que nace en las zonas secas de la India, África y el Mediterráneo a la que se atribuyen propiedades curativas y anti-inflamatorias.
También es posible obtener incienso proveniente de cedro del Líbano, sabina real de África y se le ha llamado incienso a otras gomorresinas obtenidas en otras partes del mundo. El incienso final es una preparación de resina con aceites esenciales de origen vegetal en su mayoría, de tal forma que al arder desprenda distintas fragancias que han sido utilizadas por siglos para fines religiosos y terapéuticos.
No existe claridad respecto del origen de su uso, los datos arqueológicos que se tienen provienen del Valle del Nilo en los templos de Deir-el Bahari, (complejo de templos funerarios y tumbas en la ribera del Nilo frente a la antigua ciudad de Tebas). Sin embargo, se sabe que las culturas china y japonesa han utilizado el incienso para la adoración de deidades Hindúes, tiene un importante uso en el Budismo, la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa, por lo que su uso no es atribuible únicamente a una sola religión.
Hoy en día el uso del incienso es parte de una cultura universal que va más allá de aromatizar un espacio, su uso contribuye a generar un ambiente cálido, relajado y armónico, propicio para la concentración, actividades de meditación o sencillamente para facilitar la propia conexión. Así mismo sus diversos aromas se utilizan para equilibrar emociones, limpieza de ambientes y reguladores de energía.